Qué hacer cuando tienes un jefe que no hace de jefe

Escúchame, si quieres, en la versión podcast:

¿Tienes un jefe, director o gerente que no cumple con sus funciones? ¿No delega adecuadamente? ¿Si alguno de tus compañeros no hace su trabajo no le dice nada? ¿No se atreve a afrontar el conflicto con determinadas personas? ¿Critica a miembros de su equipo cuando están ausentes? ¿Tienes que suplir tú su trabajo? ¿Esto te genera rabia y estrés?

Ésta es una  historia real.

Hace unos meses, hablando con una amiga, me dijo:

«Oye David, tengo un  problema y me gustaría que me dieras tu opinión en el blog desde el punto de vista del coaching ejecutivo y también desde tu experiencia.

Tengo una compañera que deja gran parte de su trabajo por hacer. Yo estoy segura de que no lo hace intencionadamente.

El motivo por el que no lo hace es porque ella no sabe que lo tiene que hacer.

Mi director no le dice nada.

Pero cuando te digo que no le dice nada, es que no le dice nada. Vamos, que no está delegando adecuadamente, no está distribuyendo tareas, ni explicando qué es lo que hay que hacer, no está fijando objetivos adecuadamente… en una palabra, que no está haciendo su trabajo como debería.

Y claro, el resultado es que hay muchas cosas que deberían estar hechas y no lo están. Y por supuesto, hay muchas cosas que están mal. Y además como el trabajo de todos los equipos está relacionado, al final hay muchas tareas que me toca hacer a mí sin que sea mi responsabilidad. Pero es que si yo no las hago, se quedan sin hacer.

Y esto me está generando mucha ansiedad y estrés. Pero sobre todo mal estar y angustia, porque me corroe la sangre ver que mi director  no hace de director.

Lo peor de todo es que en alguna ocasión he escuchado a mi director hablar a sus espaldas mal de ella. Y esto me enferma muchísimo. Porque no es en los corrillos donde debería decir estas cosas. Es a ella a quien debería decírselo.

A mí me da rabia, porque veo que ella no está trabajando bien, y que hay cosas que no se están haciendo. Y el resultado es que yo me sobrecargo de trabajo. Pero por otro lado me da pena porque la culpa no es de ella, la culpa es de mi director porque no está haciendo bien su trabajo y no le está diciendo lo que le tiene que decir.

Así que he pensado que voy a hablar con ella para decirle que hay muchas cosas que aunque no estén escritas en ningún lado, y aunque nadie le haya dicho que las tiene que hacer, las tiene que hacer.

¿Qué opinas sobre esto?»

Pues bien. Esto es lo que opino.

Aunque te parezca mentira este es un problema mucho más corriente de lo que piensas.  Hay muchos directores o personas con cargos de responsabilidad que no están actuando de forma profesional y no están haciendo un buen ejercicio de  sus funciones.

Esto en la vida real se pone de manifiesto de formas muy distintas: Te puedes encontrar con directores o gerentes que no delegan adecuadamente, que se escaquean y delegan en exceso, que tienen miedo a afrontar situaciones conflictivas, que no distribuyen equitativamente el trabajo, que a la gente que trabaja bien la sobrecargan y a la gente que trabaja mal no le dicen nada…

Y claro ¿Cómo puedes gestionar tu esto?

A continuación te voy a dar una serie de pautas sobre qué hacer cuando tienes un jefe que no hace adecuadamente su trabajo (Y luego te cuento cómo acaba la historia de mi amiga!):

  • Céntrate en tu propia persona.

Lo primero que me gustaría decirte es que lo normal es que no elijamos a las personas con las que nos toca trabajar.

Y la vida ha decidido ponerte esta situación delante porque hay algo que necesitas aprender.

Puede que no tengas mucho margen de maniobra para cambiar a tu director o gerente, pero sí que tienes margen para gestionar como te está afectando esta situación a ti.

Por lo que, afronta esta situación desde la responsabilidad. Y no desde la culpa.

Es decir. No te centres en culpar a nadie de tus problemas o dificultades. Y plantéate que puedes hacer tú, para estar tu mejor.

Y cuando digo “tú” digo “tú”.

En ningún momento he dicho que puedes hacer tu para que el trabajo esté bien hecho, para que tu jefe cambie, para que tu compañera haga lo que tiene que hacer…

Céntrate en ti y en tu problema. Y tu problema es, por un lado  que esta situación te está afectando emocionalmente  y por otro lado que te estás sobrecargando de trabajo y esto te está generando estrés.

  • Toma conciencia de que tienes el síndrome de la salvadora o síndrome del salvador.

Hay muchos profesionales que constantemente tratan de ayudar a los demás y muchas veces dejan incluso de hacer su propio trabajo para afrontar el de los demás. Hay otros profesionales que son excesivamente responsables y perfeccionistas y cuando ven que hay cosas que deberían estar hechas y no lo están o que no están hechas de la forma en que a ellos les gustaría, se lanzan a hacerlas.

Esto lleva a que acabes haciendo frente a muchas responsabilidades que no son tuyas y que te estés sobrecargando de trabajo.

Y lo peor de todo es que no estás permitiendo que el sistema alcance un equilibrio que sea óptimo para ti.

Tanto tú como tus compañeros de trabajo, tu jefe, etc.  formáis parte de una obra de teatro en la que cada personaje tiene su papel.

Si tú adquieres el papel de salvador, dentro de la obra atraerás víctimas que necesiten ser salvadas.

Y esto ocurrirá una y otra vez.

En la obra actual la víctima no tiene ninguna necesidad de aprender a defenderse porque siempre te tiene a ti para que acudas a salvarla.

Y aunque creas que estás haciendo bien. Lo que está pasando es que no estás permitiendo que la víctima aprenda las habilidades necesarias para salvarse por sí misma.

Si dejas de asumir una responsabilidad que no es la tuya, comprobarás como el sistema se re-equilibra.

Es decir, la víctima no tendrá más remedio que aprender a salvarse y esto hará que los personajes de la obra se adapten a un nuevo guion.

Y el equilibrio que se alcance en este nuevo guion será más óptimo para ti.

Por lo tanto deja de hacer aquellas tareas que no son tu responsabilidad.

  • Comunica tu opinión con asertividad.

Estaría bien que le comunicarás a tu director o gerente de forma asertiva cuál es tu situación. Es decir, que en tu opinión hay tareas que no se están ejecutando y que deberían distribuirse y delegarse de forma adecuada.

Si planteas la situación de forma adecuada ya verás cómo a tu jefe no le queda más remedio que afrontar la situación, ya que será obvio y evidente que tiene que delegar su trabajo adecuadamente.

  • Desapégate del resultado.

Lo que sí que  sería bueno es que tomaras conciencia de que aquí acaba tu parte.  Tú estás entregando un regalo (tu opinión)  con todo el amor y el cariño del mundo (comunicada de forma asertiva). Y aquí acaba tu parte.

Si la otra parte no quiere recibir tu regalo, ya no es tu problema, es su problema. Por lo tanto desapégate del resultado.

No permitas que te afecte que otras personas no sepan valorar el regalo que les estás dando.

Piensa que de la misma forma que tú estás evolucionando constantemente  como profesional y como persona. El resto de personas también.

Por lo que tu dedícate a hacer tu trabajo. Si los demás no hacen su trabajo es su problema. Tú ya has hecho lo que tenías que hacer.

Semanas más tarde me encontré con mi amiga y cuando le pregunté por la situación me dijo:

«Pues la verdad es que te tengo que dar las gracias.

Cuando hablé contigo tenía una sensación de impotencia con la que no aguantaba más. Era rabia. Me ponía muy nerviosa ver que mi director no estaba haciendo lo que tenía que hacer.

Pero después de hablar contigo, cuando reflexioné sobre lo que me dijiste y lo llevé a la práctica ¿Sabes de que me di cuenta?

Me di cuenta de que el problema no lo tenía mi jefe. El problema lo tenía yo.

No quiero decir que mi jefe no tenga sus propios problemas y que necesite solucionarlos.

Pero es que me di cuenta de que en este caso la angustia se debía a cómo estaba afrontando yo la situación.

Después de pensarlo mucho, me he dado cuenta de que yo soy una persona muy perfeccionista. Y que necesito que esté todo muy bien hecho y además que las cosas se hagan a mi manera. También me he dado cuenta de que la justicia es uno de mis valores. Y por tanto cuando veo que en el trabajo se producen desigualdades en el trato y desigualdades en la carga de trabajo, me parece tan injusto que me entra una sensación de angustia y de rabia que no puedo aguantar.

Todo esto me hizo darme cuenta de que estaba haciendo parte del trabajo de mi compañera porque yo quería. Porque mi parte perfeccionista me lo pedía. Nadie me había pedido que lo hiciera. Mi perfeccionismo me había llevado a ello. Estaba viviendo una situación injusta, pero era yo quién la había creado.

El tomar conciencia de esto me ayudó.

Pero en cualquier caso, como me dijiste hablé con mi director. Y fui muy cuidadosa con lo que le dije, tanto en las formas como con el mensaje. Se lo dije desde la tranquilidad, siendo objetiva, escuchando también sus comentarios. Le dije que me sentía un poco sobre cargada de trabajo, que había parte del trabajo que no se estaba haciendo y que en mi opinión se debía a que ese trabajo podría delegarse o comunicarse de una forma más adecuada. También le dije que sabía que él no me había pedido que hiciera ese trabajo. Y que le agradecería que asignase esas tareas o le recordase a la persona responsable de hacer esas tareas que las hiciera.

Y al hacer esto me sentí mucho más liberada. Con el simple hecho de decírselo toda esa angustia acumulada que tenía en la garganta de repente desapareció.

Y como me dijiste, salí de allí dispuesta a desapegarme de lo que pasara después, me daba igual absolutamente todo.

Que hiciera lo que quisiera pero yo no iba a hacer un trabajo que no me correspondía.

¿Y sabes lo qué pasó?

Lo que que pasó es que mi Director habló con mi compañera y le dijo lo que le tenía que decir.

¿No te parece asombroso?

Ahora estoy mucho más tranquila y relajada. Y por eso te tenía que dar las gracias.»

Y aquí acaba esta historia.

Te lo tenía que contar.

Porque estoy convencido que de alguna manera esta historia a ti también te va a ayudar.

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