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¿Sabías que existen dos tipos de estrés? ¿Uno positivo y otro negativo? ¿Sabías que uno te potencia y que el otro limita? ¿Eres capaz de identificar si estás experimentando uno u otro? ¿Te has parado a pensar cómo esto te afecta?
Hace unos días se ponía en contacto conmigo una persona que sigue el blog para contarme que estaba atravesando una situación especialmente estresante.
Dos años atrás le habían ascendido, y en los primeros meses se había sentido tan eufórica, tan contenta y con tanta energía que se había entregado por completo a su trabajo.
Había empezado a darle una vuelta a todo, quería introducir muchos cambios en su área de trabajo y quería empezar a hacer las cosas de forma distinta.
Mejorar la forma de trabajo, la calidad de lo que se hacía, mejorar las relaciones entre las personas del equipo…
Pero en todo este tiempo no había hecho mas que encontrarse con problemas, dificultades y obstáculos.
Y había llegado a una situación de tanta carga de trabajo, angustia y estrés que ya no aguantaba más.
Se sentía agotada, cansada y toda esa energía y vitalidad que había tenido en sus primeros meses había desaparecido.
Tanto que comenzaba a sentirse desmotivada y estaba empezando a cuestionarse si realmente estaba capacitada para ese puesto o si realmente eso era lo que quería hacer el resto de su vida.

Esta situación es más normal de lo que crees.
Mucha gente consigue un ascenso, comienza a trabajar en una nueva empresa u observa que sus resultados en la empresa están siendo buenos y está recibiendo un buen feedback y comienza a sentirse con una gran energía y vitalidad que se traduce en una alta actividad, una alta productividad y unos buenos resultados.
Durante meses mantienen un ritmo de trabajo alto y un nivel de actividad elevado.
Pero lo que acaba pasando es que, estas personas no son capaces de sostener en el tiempo este nivel de vitalidad y se acaban agotando.
¿Por qué?
Porque en la mayoría de los casos mantener un nivel de actividad tan elevado durante tanto tiempo seguido, desencadena que al final el estrés acabe apareciendo.
Pero no nos engañemos, el estrés ya estaba presente desde un primer momento.
Lo que ha pasado es que ha habido un momento a partir del cual ha pasado de ser un estrés positivo a ser un estrés negativo.
El estrés es un respuesta natural y necesaria que en dosis adecuadas te permite afrontar o adaptarte a situaciones complejas.
Pero si se mantiene de forma sostenida en el tiempo se convierte en perjudicial.
Por ejemplo, imagínate que recibes una llamada de trabajo, en la que tu jefe te pide que prepares de forma urgente algún tema importante en muy poco tiempo
El estrés aflorará para darte la energía necesaria que te permitirá acabar a tiempo ese trabajo.
El estrés por tanto, habrá ejercido una influencia positiva sobre ti, empujándote a conseguir tus resultados.
Pero si los temas urgentes se suceden unos tras otros y constantemente estás en tensión, y esto se prolonga en el tiempo, es probable que ese estrés que en principio era positivo se acabe convirtiendo en negativo.

De modo que podemos diferenciar dos tipos de estrés, un estrés positivo, llamado también Eustrés, y un estrés negativo, llamado también Distrés:
- Eustrés
Todos tenemos cierto grado de estrés todos los días y de hecho es bueno que lo tengas, ya que ello te permite sentir mayor actividad y mayor energía a la hora de afrontar determinadas situaciones de tu día a día.
Una ligera activación como consecuencia del estrés en determinados casos puede ayudarte, como por ejemplo a la hora de hablar en público o cumplir con plazos de tiempo ajustados.
- Distrés
El problema surge cuando el estrés se transforma y pasa de experimentarse como una sensación de vitalidad o de energía elevada a experimentarse como una sensación de agobio o de desbordamiento.
En estos casos el estrés provoca sufrimiento y desgaste personal
Este estrés puede surgir en diversas situaciones, pero cuando surge en el contexto laboral de le llama estrés laboral.
Según un estudio llevado a cabo por la Organización Mundial de la Salud, el 28% de los trabajadores europeos sufre estrés laboral, y el 20% padece el síndrome llamado “burnout”.

¿Cómo funciona el estrés?
El estrés dispara tus miedos de forma que cuando sientes temor tu sistema nervioso comienza a liberar una serie de hormonas, entre las que se encuentra la adrenalina y el cortisol, que activan tu organismo para que estés en disposición de afrontar una situación de emergencia.
Tu corazón comienza a bombear la sangre con más fuerza y tu presión aumenta, tus músculos se tensan, tu respiración se acelera y tus sentidos se vuelven más agudos.
De esta forma mediante estos cambios físicos consigues aumentar de forma inmediata tu fuerza, tu resistencia, la velocidad de tu tiempo de reacción y tu enfoque.
Es lo que habitualmente se conoce como una respuesta de “lucha” o “huida” y es la forma que tiene tu cuerpo de protegerte.
Fíjate que esta capacidad cuando te encuentras ante amenazas reales es muy útil.
Y si lo piensas, era especialmente útil hace cientos de años cuando el ser humano era únicamente cazador y recolector y podía encontrarse amenazas imprevistas como por ejemplo animales salvajes.
El tema es que la sociedad ha evolucionado mucho más rápido de lo que lo ha hecho nuestra biología y tu estás reaccionado a amenazas y riesgos modernos de la misma forma en que el ser humano lo hacía hace miles de años.

¿Qué síntomas tiene el estrés?
Algunos de los síntomas que puede tener el estrés son síntomas que se manifiestan a nivel físico y síntomas que se manifiestan a nivel emocional.
- Síntomas físicos: Tensión muscular y contracturas, problemas intestinales o estomacales, presión en el pecho, migrañas…
- Síntomas emocionales: Ansiedad, irritabilidad, miedo, inseguridad, dificultades para concentrarse, dificultad para tomar decisiones, bajo estado de ánimo, depresión…
¿Cómo se puede solucionar?
La suerte es que el estrés se puede reducir o eliminar aprendiendo a gestionarlo.
- Vigila cómo te comunicas contigo
Por un lado es importante evaluar el tipo de comunicación que mantienes con tu propia persona y que tipos de mensajes de estás lanzando.
¿Cómo te estás hablando? ¿Eres especialmente duro o dura contigo? ¿Hablarías a un tercero de la misma forma que te hablas a ti?
- Cuestiona tus propios pensamientos
Por otro lado es importante también cuestionar cuan reales son las historias que nos contamos. Muchas veces, tendemos a distorsionar nuestras experiencias del pasado para hacerlas peores de lo que realmente han sido. O a pronosticar posibles futuros que tienden a ser agoreros, fatídicos y catastróficos.
Tu sistema cognitivo está disparado y tienes que aprender a detenerlo.
Tienes que aprender a dejar de pensar, observar el tipo de pensamientos que estás teniendo y cuestionarte como de reales son.
Esto no se aprende de la noche a la mañana. Pero se aprende.
- Introduce hábitos que te ayuden a gestionar tus pensamientos
Mi recomendación es echar manos de herramientas que permitan elevar tu nivel de consciencia.
La meditación, el mindfulness, el yoga o Pilates por ejemplo…
Son herramientas que sin duda, te ayudarán a empezar a gestionar tu estrés.

¡Y ahora es tu turno!
Como parte de tu plan de acción de esta semana me gustaría que reflexionaras sobre tu estrés e identificaras si es positivo o si es negativo, y en caso de que sea negativo cuando se produjo el cambio de estrés positivo a estrés negativo y por qué.
Por cierto, me gustaría decirte que ahora tienes disponible mi curso gratuito Súper Enfoque, el curso que te ayudará a desarrollar tu atención plena. Un curso en el que durante cinco días ejercitaremos juntos tu capacidad de atención. Un curso que te ayudará a mejorar tu capacidad para mantenerte en el momento presente, te ayudará a mejorar tu productividad y te permitirá vivir mas concientemente aquellas cosas que te hacen feliz en la vida.
Pues puedes empezar ahora mismo apuntándote aquí:
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